Pasaje del Acto II de Mi hija y la ópera
«Me abracé con mi padre como en los viejos tiempos,
recordando las noches de tormenta cuando me acostaba en la misma cama que él,
incluso siendo púber. De inmediato sentí mis palpitaciones y me aparté
súbitamente con el deseo de que no se percatara del acelerado pulso de los
latidos de mi corazón. El sonido de una música discotequera indicaba la
presencia de un vehículo que descendía, vertiginoso, la carretera del
santuario. Se escuchaban gritos, eran las voces eufóricas de Juan el Chapicas, Manuel el Nazi y el Negro entre
otros, en búsqueda de diversión, jaleo y bronca. Estoy convencida de que se
trataba de ellos.»
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