Fragmento del Capítulo 4, Acto I de Mi hija y la ópera

Lo que sucedió a continuación podría considerarse como una casualidad, aunque Andrés lo interpretó como una increíble y deliciosa coincidencia de las que ocurren una vez en la vida y a la cual hay que atribuirle un significado. Alzó la vista y distin­guió a lo lejos cómo la joven de cabello moreno que conoció el verano ante­rior se acercaba con distinción a la heladería. Venía acompañada de una señora mayor, ambas se acomodaron a la única mesa que quedaba libre. La observó con detenimiento, calibrando los pequeños cambios físicos que le había producido el último año, llegando a la conclusión de que sólo su piel es­taba más pálida; por lo demás, seguía irradiando el mismo glamour y belleza que en sus recuerdos.»

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Página 9 de «Mi hija y la ópera»

Isidoro Galisteo, de Úbeda, Jaén