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Agradecimientos «Mi hija y la ópera»

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Final de Agradecimientos de  Mi hija y la ópera :    El último reconocimiento es a mi familia y en especial a mis hijos. Cuando comencé esta obra, en 2010, únicamente había nacido Adriana; varios años después, en el momento en el que escribo estas palabras, tengo otro descendiente que atiende al nombre de Marcos. La dedicación que ha supuesto escribir este proyecto literario me ha robado innumerables horas de convivencia con mis dos pequeños. Justo en la etapa de mi vida en la que podía disfrutarlos plenamente. Y a Alicia, dondequiera que esté.

Útimas palabras de «Mi hija y la ópera»

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Últimas palabras de Mi hija y la ópera : «…Sonaban los últimos compases de la melodía Intermezzo de Mascagni cuando desperté de un maravillosa experiencia onírica. En el sueño aparecía mi padre, sentado en su mecedora, en aquel mismo dormitorio, con mirada perdida murmurando para sí: «Mi hija y la ópera». Frase que repitió un par de veces entretanto asentía levemente con la cabeza. Abrió su libro para cerrarlo al cabo de unos segundos con señal de negación. De inmediato, con actitud firme, se despojó de los tubos que le suministraban oxígeno y bebió un último trago de whisky mientras desplazaba la cortina para contemplar con semblante nostálgico los soleados tejados de las casas del pueblo. Divisó el resto del paisaje que ofrecía la ventana y luego dirigió su vista hacia la cama para constatar que yo le observaba con profunda quietud. Me afirmó con ojos telepáticos un gesto que interpreto como «ahora», cerrando los párpados a la vez que su espalda  se amoldaba a la mecedora mien

Final de «Mi hija y la ópera»

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Fragmento del Final de Mi hija y la ópera : «He habitado en un lugar de profundo silencio conocido como el hogar de las almas, desde aquí, el Ser Supremo me ha asignado una vida en el más idóneo de los escenarios: en los sucesores de mi familia. Con genes similares, y la dicha de contar como antepasados a los de mi propia estirpe, naceré a primeros de 2011; cinco décadas después de mi última muerte, allá, por la Nochevieja de 1955. No ha sido un largo periodo en comparación con mis cuatro primaveras terrenales.» Si quieres hacerte con la novela en formato eBook, pincha el título de esta entrada de blog.

Capítulo 9, Acto III, de «Mi hija y la ópera»

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Final del Acto III, de Mi hija y la ópera : «Una vez me contó mi padre que la insuperable melodía de Nessun dorma de Turandot fue el fragmento que lo atrajo al fascinante mundo operístico, casualmente, entretanto finalizo con las últimas palabras de esta autobiografía escucho de fondo Diecimila anni al nostro imperatore , el coro con el que concluye la ópera postrera de Giacomo Puccini y que tiene claras evocaciones al celebérrimo aria. Esta pieza del final probablemente fuese compuesta por Franco Alfano, discípulo del maestro italiano, ya que el gran compositor falleció dejando inconclusa una de sus grandes obras.    No quisiera, dicho sea de paso, dejar inacabado mi relato, por lo que he de ponerle fin sin más dilación. Todo esto es lo que ha ocurrido en estos años, la historia de mi vida no ha sido otra cosa que lo que aquí se ha contado, podría haber tenido mejor final, o haber finalizado tramas que se han quedado a medias, pero es así, carece de los desenlaces novelescos

Capítulo 8, Acto III, «Mi hija y la ópera»

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Fragmento del Capítulo 8, Acto III, de Mi hija y la ópera : «Sin embargo, ninguno de los sucesos contados hasta ahora, de los transcurridos en estos últimos años, ha sido el verdadero causante de que haya reanudado la historia de mi vida. De hecho, el relato cobra sentido por un acontecimiento ocurrido hace escasamente unos días. Pero será mejor que comience por el principio:     Podía haber sido una jornada cualquiera de nuestra vida solitaria, mi hijo ondeaba una cometa cerca de casa, correteaba por nuestra diminuta playa sosteniendo los mandos con bastante pericia para un niño que todavía no ha cumplido los cinco. Era nuestra actividad preferida de los sábados, yo le contemplaba sosteniendo unas sandalias en la mano y caminando descalza de un lado al otro de la orilla emulando a mi madre cuando la avisté en el sueño que tuve cuando mi padre murió. Al llegar a casa me encontré con el preludio de lo que iba a ser el día más impensado de toda mi existencia.» Si quieres hacer

Capítulo 7, Acto III de «Mi hija y la ópera»

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Final del Capítulo 7, Acto III, de Mi hija y la ópera : «Los años han transcurrido inexorables desde entonces, la profundidad del mar que puedo avistar desde el balcón de casa me ha evocado miles de remembranzas con la misma sintonía con que las olas rompen con las rocas. De los más remotos recuerdos, en la suntuosa casa de Cartagena, pasando a mi primer día de Colegio en Calasparra, de aquel beso con Antonio, y la inevitable melancolía que me originaba la reminiscencia de Isabel, con el momento más dulce de todos los imaginables, cuando en la intimidad de la habitación neoyorquina me obsequió con la mirada de mayor frenesí que unos ojos pueden proyectar. Me acordaba a menudo de Andrew, el progenitor de mi hijo, que seguiría tocando el piano en su local de Manhattan ignorando que un ser que llevaba sus genes crecía en un lugar que no sabría ubicar en un mapamundi.     Pero mis memorias más nostálgicas tenían a mi padre como protagonista, su singular personalidad, de sus largas histo

Capítulo 6, Acto III, «Mi hija y la ópera»

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Párrafo del Capítulo 6, Acto III, de Mi hija y la ópera : «El coche fúnebre franqueó la verja en dirección al Cementerio de Santa Lucía, yo arranqué mi automóvil para seguir al vehículo mortuorio conduciendo en un inusitado estado de silencio y paz. Únicamente me encontraría con mis padrinos en el camposanto. Marisa se encargaría de apagar la música del mismo compacto que ella misma había introducido para mi lectura, sonaba el melancólico Coro a bocca chiusa de Madama Butterfly —que se escuchaba en el salón, inopinadamente, como la más acertada para aquel momento—. Después despediría a los asistentes y cerraría la casa, todavía tenía las llaves de mi residencia, ahora era sólo mía, al igual que otras tantas pertenencias. Me había quedado con un hogar vacío y junto a él la tumba de Yako , al lado de la higuera, como huellas de un pasado que nunca volvería.» Si quieres hacerte con la novela en formato eBook, pincha el título de esta entrada de blog.

Capitulo 5, Acto III, de «Mi hija y la ópera»

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Fragmento del Capítulo 5, Acto III, de Mi hija y la ópera : «Obedecí sin cuestionar su petición. Escuchaba los ronquidos de Trini que dormía en otra habitación, debía de estar agotada, ella sí le pondría objeciones a mi padre sobre el alcohol. Subí la copa y se la dejé junto a un libro de Mario Vargas Llosa que posaba sobre la mesilla, la cual se encontraba junto a su mecedora, bajo la ventana. Aunque la música se escuchaba fuerte no evitó que yo sucumbiera prontamente al cansancio, mientras lo hacía, no pude evitar apreciar las primeras notas de la citada ópera y su capacidad para transportarte a esa extraña sensación que supone la finitud de la existencia y de la importancia que tienen esas pequeñas vivencias que vamos sumando en la vida. Seguramente un presagio de lo que iba a acontecer poco después.          Cuando abrí los ojos supe que mi progenitor había abandonado su cuerpo, tuve la certeza tras haber vivido un milagro en forma de sueño, fue una experiencia mística e inson

Capítulo 4, Acto III, de «Mi hija y la ópera»

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Fragmento del Capítulo 4, Acto III, de Mi hija y la ópera. «Reminiscencias de toda una existencia me sacudían incansables como olas en la orilla mientras luchaba en mi personal guerra con el cansancio. Podía agruparlas en unas pocas, el piano, la música, la soledad del hogar… junto al perseverante recuerdo de las tumbas, las de mis abuelos y, especialmente, la losa que cubría los ataúdes de mi madre y hermana, con el mármol helado y sucio por la tierra que era movida por el viento eterno y las hojas marchitas caídas de los árboles del cementerio con su particular danza sobre las lápidas. Sólo yo reparaba en aquel singular baile y quién sabe si los muertos desde la infinitud del tiempo, creyéndose olvidados.    La existencia de mi progenitora y sobre todo la de mi hermana apenas habría dejado huella en el mundo, excepto para mí, que sin conocerlas derramaba lágrimas saladas en un llanto silencioso y de impotencia mientras contemplaba a mi padre que, en su duermevela, abría los ojo

Capítulo 3, Acto III, de «Mi hija y la ópera»

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Pasaje del Capítulo 3, Acto III, de Mi hija y la ópera . «Cerré con llave desde dentro de la tienda aprovechando la tranquilidad y discreción que me ofrecía el establecimiento de la pareja de mi padre. Esperé unos minutos con la puerta cerrada al público y allí constaté el resultado positivo del test que no vaticinaba ni el más fatídico de mis augurios.    Mareada por los acontecimientos, que como las olas de un tsunami me batían inclementes, me acerqué al mismo inodoro donde había estado sentada impacientemente minutos antes y vomité todo el desayuno y buena parte de mis jugos gástricos. Bajé la tapa aturdida y empapada de gélido sudor, apoyé en ella mi cabeza. Sin haberme desmayado nunca, intuía que estaba a punto de perder el conocimiento.» Si quieres hacerte con la novela en formato eBook, pincha el título de esta entrada de blog.

Final del Capítulo 2, Acto III, de «Mi hija y la ópera»

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Final del Capítulo 2, Acto III, de Mi hija y la ópera . «Marisa salió para abrir la verja que daba acceso vehicular a nuestra parcela. El aire gélido de aquella noche invernal nos sirvió de excusa para que mi padre y yo permaneciésemos en casa. Perpleja por la historia que Paco acababa de contar, inquirí:     —¿Quién es esa tal Susana?     —Una indeseable con la que, afortunadamente, no tuve relación alguna. A propósito, la camarera a la que esa persona hacía referencia era tu madre.     Recuerdo que subí pronto a mi dormitorio, había sido una jornada de emociones y de novedades que cobraron sentido con el tiempo animándome a que le pusiera fin a esta historia que ahora está en las últimas. Oteé desde la escalera a mi padre, observaba desde la ventana las maniobras que Paco debía realizar para salir del jardín, limpiaba con una mano el vaho que dejaban sus exhalaciones en el cristal, aprecié que en su pelo encanecido tenía un cerco de menos espesura capilar justo en la coronilla

Comienzo del Acto III de «Mi hija y la ópera».

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Capítulo 1, Acto III, de Mi hija y la ópera: «Cabo de Palos, 2010     Algo más de un lustro ha transcurrido desde que concluí el manuscrito. Mi vida ha evolucionado considerablemente, ya no soy la misma Violeta de entonces, ahora puedo hacer gala de ser una persona equilibrada y madura sin ningún género de complejos, quienes me conocen de antaño afirman que mi mirada infunde armonía y tranquilidad, nada que ver con mi vieja expresión tortuosa que inspiraba suspicacia y en ocasiones antipatía. Gracias a los ejercicios de meditación que practico a diario y a la lectura de libros de filoso­fía oriental, he logrado un estado emocional casi imperturbable y proyectar una conciencia profunda a mi existencia.     He conseguido vivir en un silencio que sólo se rompe con el rumor de las olas y el sonido del viento que flamea las cortinas de mi casa cuando abro las ventanas de par en par aun a riesgo de que la madera del piano se deteriore con el salitre. La música está ahora en un segun

Capítulo 28, Acto II, de «Mi hija y la opera»

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Final de manuscrito La hija del Leñador de Mi hija y la ópera : «Dejamos a Marisa en su comercio, nos dijo que tenía que atender unos asuntos profesionales antes de llegar a casa, Pedro nos saludó desde el interior de la tienda sosteniendo un marco con su mano, mi padre y yo sin abandonar el vehículo devolvimos el gesto y partimos a casa. Con la sensación de soledad que me ofrecía el asiento desocupado de al lado comencé a llorar mientras escuchaba la melodía de Una furtiva lagrima de Donizzeti y callejeaba por las calles del pueblo, liberándome así del dolor punzante que me producía el nudo en la garganta desde que partí del hospital. Prometí entre sollozos a mi progenitor que comenzaría en breve a escribir un libro, una novela. Me reservé a anunciarle algo que acababa de decidir, una historia cuyo argumento trataría de mi vida y de la única persona que ha sido mi verdadera familia: MI PADRE.     Tres largas jornadas de bloqueo emocional transcurrieron desde aquel momento

Capítulo 27, Acto II, «Mi hija y la ópera»

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Pasaje del Capítulo 27, Acto II, de Mi hija y la ópera : «Aquel hombre de piel oscura y que, a ojo, debiera pesar la mitad que mi padre —aunque midiese parecido— podría conmigo si yo pretendiera resistirme, desató la toalla que mantenía oculta mi desnudez extendiéndola debajo del cuerpo, sobre las sábanas, cerré los ojos rezando que fuera inminente la llegada de Isabel.    Con gran pericia sujetó mis tobillos y los alzó a cada uno de sus hombros, descendió sus pantalones vaqueros hasta la altura de los muslos dejando únicamente al aire su miembro viril, el cual no pude contemplar pero sí sentir para catalogarlo como descomunal.    Supuse que aquel encuentro sexual me dolería físicamente más incluso que el que mantuve con Antonio, pero no sospechaba cuánto. Tras varios intentos para introducir su pene, los quejidos que me provocaban las lacerantes fricciones de nuestros genitales le indicaron que me estaba penetrando. Excitado por el dolor que sabía que me estaba induciendo se c