Comienzo del Acto III de «Mi hija y la ópera».
Capítulo 1, Acto III, de Mi hija y la ópera:
«Cabo de Palos, 2010

Algo más de un lustro ha transcurrido desde que concluí el manuscrito. Mi vida ha evolucionado considerablemente, ya no soy la misma Violeta de entonces, ahora puedo hacer gala de ser una persona equilibrada y madura sin ningún género de complejos, quienes me conocen de antaño afirman que mi mirada infunde armonía y tranquilidad, nada que ver con mi vieja expresión tortuosa que inspiraba suspicacia y en ocasiones antipatía. Gracias a los ejercicios de meditación que practico a diario y a la lectura de libros de filosofía oriental, he logrado un estado emocional casi imperturbable y proyectar una conciencia profunda a mi existencia.
He conseguido vivir en un silencio que sólo
se rompe con el rumor de las olas y el sonido del viento que flamea las
cortinas de mi casa cuando abro las ventanas de par en par aun a riesgo de que
la madera del piano se deteriore con el salitre. La música está ahora en un
segundo plano aunque a veces escucho y describo pasajes operísticos con el
único ser que es capaz de polarizarlos con suma fascinación, esa persona
atiende al nombre de Andrés Rosique.»
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