Final del Capítulo 2, Acto III, de «Mi hija y la ópera»

Final del Capítulo 2, Acto III, de Mi hija y la ópera.


«Marisa salió para abrir la verja que daba acceso vehicular a nuestra parcela. El aire gélido de aquella noche invernal nos sirvió de excusa para que mi padre y yo permaneciésemos en casa. Perpleja por la historia que Paco acababa de contar, inquirí:
   —¿Quién es esa tal Susana?
   —Una indeseable con la que, afortunadamente, no tuve relación alguna. A propósito, la camarera a la que esa persona hacía referencia era tu madre.
   Recuerdo que subí pronto a mi dormitorio, había sido una jornada de emociones y de novedades que cobraron sentido con el tiempo animándome a que le pusiera fin a esta historia que ahora está en las últimas. Oteé desde la escalera a mi padre, observaba desde la ventana las maniobras que Paco debía realizar para salir del jardín, limpiaba con una mano el vaho que dejaban sus exhalaciones en el cristal, aprecié que en su pelo encanecido tenía un cerco de menos espesura capilar justo en la coronilla, hizo un gesto con la mano despidiéndose de su amigo, yo creo que con la certeza absoluta de que aquel adiós iba a ser el último.»


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Página 9 de «Mi hija y la ópera»

Isidoro Galisteo, de Úbeda, Jaén