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Mostrando entradas de junio, 2020

Volumen 39 de «Mi hija y la ópera»

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FINAL    Desde el principio lo he sabido todo, o así lo he creído; sin embargo, los datos que poseo serán eliminados para siempre dentro de unos instantes. En esta dimensión la percepción temporal es absolutamente disímil a la de cualquier otro medio. He sido testigo de cómo mi madre llegó tras de mí, y mi padre le sucedió con los años. Ya estaba por aquel entonces la mujer de mi hermano y bastante después vino él. Todo ha pasado en un suspiro para los que nos hallamos aquí, los cuales somos meros espectadores de lo que ocurre. Ellos ya están en paz, con su círculo cerrado, pero ahora el destino pretende brindarme otra oportunidad corporal. Una nueva existencia que en el mundo de los mortales se denomina: palingenesia. He habitado en un lugar de profundo silencio conocido como el Hogar de las Almas. Desde aquí, un Ser Supremo me ha asignado una vida en el más idóneo de los escenarios: en los sucesores de mi familia. Con genes similares, y la dicha de contar como antepasados a l

Volumen 38 de «Mi hija y la ópera»

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9    Al primer lugar donde acudimos una vez quedó confirmado nuestro parentesco tras la prueba de hermandad fue a la casa de nuestra única tía. Ella jugaba en el jardín con nuestros pequeños primos. Llegamos sin avisar. Paco, fiel a su palabra, no le había advertido de nada. Yo insistí en darle la más maravillosa de las sorpresas, no calculando bien el grado de emoción que toleraría al encontrarse con su ahijada después de varias décadas incluyéndola en el grupo de seres que ella consideraba bajo tierra. Tuvimos que llamar a una ambulancia porque se desmayó cuando le contamos la historia y le enseñamos el infalible test genético.    Ha transcurrido mes y medio desde entonces, y Marta —que así desea que la llamemos— ha venido varias veces de Tres Cantos, localidad donde reside. Yo también le he devuelto alguna visita. Conocí a sus hijos: Susana y Ángel que son tan repelentes y caprichosos como cabría esperar de una familia acostumbrada a atesorar riqueza. Me contó que se había

Volumen 37 de «Mi hija y la ópera»

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8    Algunas mañanas, después de dejar a mi hijo en el colegio, abro las ventanas de toda la casa y toco el piano. Me encanta la sensación de la brisa marina mientras interpreto aleatorias melodías, a la par que las cortinas serpentean esparciendo ese olor a mar que se impregna en las paredes hasta que el salitre se mezcla con mis melancólicas lágrimas. Ahora entiendo por qué mi progenitor interrumpía las ejecuciones con brusquedad, porque su música evocaba a sus difuntos.    Unos jubilados germanos, vecinos nuestros en los meses de invierno, son los únicos que aplauden mis composiciones; él es un encantador caballero de nombre impronunciable, afirma ser un apasionado de la ópera, con predilección por Wagner y Gluck; yo le rebato por mi inclinación hacia los autores italianos, aunque un día confesé que de niña mi ópera preferida era La Flauta Mágica de Mozart, escrita en alemán. Para que me entendiera se lo tuve que indicar en su título original: Die Zauberflöte . De su muje

Volumen 36 de «Mi hija y la ópera»

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7       Mi pequeño nació con algo más de tres kilogramos de peso el 3 de septiembre de 2005. Por aquel entonces ya tenía apalabrada la vivienda en la que ahora resido. Mis tíos me facilitaron los datos de un conocido suyo que pretendía vender su casa en Cala Flores, un sinuoso complejo residencial junto al pueblo pesquero de Cabo de Palos, a unos treinta kilómetros de Cartagena. Posee unas espectaculares vistas al Mediterráneo. Mi niño se asemeja a su padre, conserva hoy los rasgos bellos co n los que llegó al mundo y su piel tostada de mulato desentona con mi clara tez. Juntos formamos un fabuloso contraste de tonos cromáticos. A veces, sobre todo cuando llegaba ese inenarrable lazo entre madre e hijo que es el amamantamiento, yo reflexionaba sobre las numerosas preguntas que se haría cuando creciese, respecto a su color de piel, o de su padre, o cualquier otra cuestión que pusiera en peligro el inquebrantable secreto que iba a imponerme en relación a su origen.    Poco ante