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MI HIJA Y LA ÓPERA — Volumen 39

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FINAL    Desde el principio lo he sabido todo, o así lo he creído; sin embargo, los datos que poseo serán eliminados para siempre dentro de unos instantes. En este lugar la percepción temporal es absolutamente disímil a la de cualquier otro medio. He sido testigo de cómo mi madre llegó tras de mí, y mi padre le sucedió a los pocos años, ya estaba por aquel entonces la mujer de mi hermano y bastante después vino él. Todo ha pasado en un suspiro para los que nos hallamos aquí, los cuales somos meros espectadores de lo que ocurre. Ellos ya están en paz, con su círculo cerrado, pero ahora el destino pretende brindarme otra oportunidad corporal, una nueva existencia que en el mundo de los mortales se denomina: palingenesia.    He habitado en un lugar de profundo silencio conocido como el hogar de las almas, desde aquí, un Ser Supremo me ha asignado una vida en el más idóneo de los escenarios: en los sucesores de mi familia. Con genes similares, y la dicha de contar como antepas

MI HIJA Y LA ÓPERA — Volumen 31

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2    Las Navidades transcurrieron en el estado taciturno que presagiábamos. Pedro acudió a casa la noche de fin de año, fue una de sus últimas visitas, las hijas de Marisa comparecieron igualmente a tomarse las uvas con nosotros, también vinieron antes, para conmemorar la Nochebuena. En ninguna de las dos noches pude establecer una conversación con mi idolatrada Isabel que me acercara un poco a ella. Alguna mirada a hurtadillas en sendas cenas ponía de manifiesto que volver a acariciar su piel sería una quimera mientras que yo fuera para ella la encarnación de una estupidez perpetrada en una noche etílica.    Solo mi tía, que estuvo al corriente del padecimiento de mi padre, se encargó de llamarnos con frecuencia manifestando su intranquilidad por la evolución del enfermo.    Pese al inexorable advenimiento de su muerte, él intentaba continuar con su rutina que únicamente interrumpía cuando tenía que atender alguna visita. Sus largas expediciones por el monte se habían co

MI HIJA Y LA ÓPERA — Volumen 11

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10    Con la sorprendente noticia de que iba a contraer matrimonio me llamó mi tía Laura una noche de invierno. Cierto sentimiento de desamparo me invadió al conocer el anuncio, si bien, me congratulaba por el rumbo ilusionante que había adquirido su vida. En verdad se casó mucho más tarde de cuando realizó dicha llamada, unos cuantos años después, la enfermedad de mi abuela había obstaculizado sus visitas anteriores y sus planes futuros, podría decirse que en los últimos años apenas si llegamos a coincidir en unas cuantas ocasiones. Por ello, me entusiasmé cuando ella me anunció que vendría el sábado a pasar el día con Alberto, su futuro marido. Recibir una visita en casa era siempre motivo de apoteosis en aquel tiempo en el que Pedro, Juan y Dani eran las únicas personas que se adentraban a nuestra morada. Afortunadamente contaba con Yako , el único ser que me hacía compañía sin ningún otro interés que el de estar conmigo.    El carácter le había cambiado a mi padre en