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Mostrando entradas de septiembre, 2018

MI HIJA Y LA ÓPERA — Volumen 39

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FINAL    Desde el principio lo he sabido todo, o así lo he creído; sin embargo, los datos que poseo serán eliminados para siempre dentro de unos instantes. En este lugar la percepción temporal es absolutamente disímil a la de cualquier otro medio. He sido testigo de cómo mi madre llegó tras de mí, y mi padre le sucedió a los pocos años, ya estaba por aquel entonces la mujer de mi hermano y bastante después vino él. Todo ha pasado en un suspiro para los que nos hallamos aquí, los cuales somos meros espectadores de lo que ocurre. Ellos ya están en paz, con su círculo cerrado, pero ahora el destino pretende brindarme otra oportunidad corporal, una nueva existencia que en el mundo de los mortales se denomina: palingenesia.    He habitado en un lugar de profundo silencio conocido como el hogar de las almas, desde aquí, un Ser Supremo me ha asignado una vida en el más idóneo de los escenarios: en los sucesores de mi familia. Con genes similares, y la dicha de contar como antepas

MI HIJA Y LA ÓPERA — Volumen 38

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9    Al primer lugar donde acudimos una vez quedó confirmado nuestro parentesco tras la prueba de hermandad fue a la casa de nuestra única tía. Ella jugaba en el jardín de su mansión, junto a nuestros pequeños primos. Llegamos sin avisar; Paco, fiel a su palabra, no le había advertido de nada. Yo insistí en darle la más maravillosa de las sorpresas a Laura, no calculando bien el grado de emoción que toleraría al encontrarse con su ahijada después de varias décadas incluyéndola en el grupo de seres que ella consideraba bajo tierra. Tuvimos que llamar a una ambulancia porque se desmayó cuando le contamos la historia y le enseñamos el infalible test genético.    Ha transcurrido mes y medio desde entonces, y Marta —que, lógicamente, así desea que la llamemos— ha venido varias veces de Tres Cantos, localidad donde reside. Yo también le he devuelto alguna visita, conocí a sus hijos: Susana y Ángel que son tan repelentes y caprichosos como cabría esperar de una familia acostumbrad

MI HIJA Y LA ÓPERA — Volumen 37

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8    Algunas mañanas, después de dejar a mi hijo en el colegio, abro las ventanas de toda la casa y toco el piano, me encanta la sensación de la brisa marina mientras interpreto aleatoriamente melodías a la par que las cortinas serpentean esparciendo ese olor a mar que se impregna en las paredes hasta que el salitre se mezcla con mis melancólicas lágrimas. Ahora entiendo por qué mi progenitor interrumpía las ejecuciones con brusquedad, porque su música evocaba a sus difuntos.    Unos jubilados germanos, vecinos nuestros en los meses de invierno, son los únicos que aplauden mis composiciones; él es un encantador caballero de nombre impronunciable, afirma ser un apasionado de la ópera, con predilección por Wagner y Gluck; yo le rebato, siempre amistosamente, por mi inclinación hacia los autores italianos, aunque un día confesé que, de niña, mi ópera preferida era La Flauta Mágica de Mozart, escrita en alemán. Para que me entendiera se lo tuve que indicar en su título origi