Capítulo 8, Acto III, «Mi hija y la ópera»
Fragmento del Capítulo 8, Acto III, de Mi hija y la ópera:

Podía haber sido una jornada cualquiera de nuestra vida solitaria, mi hijo ondeaba una cometa cerca de casa, correteaba por nuestra diminuta playa sosteniendo los mandos con bastante pericia para un niño que todavía no ha cumplido los cinco. Era nuestra actividad preferida de los sábados, yo le contemplaba sosteniendo unas sandalias en la mano y caminando descalza de un lado al otro de la orilla emulando a mi madre cuando la avisté en el sueño que tuve cuando mi padre murió. Al llegar a casa me encontré con el preludio de lo que iba a ser el día más impensado de toda mi existencia.»
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