Pasaje del Capítulo 24, Acto II de «Mi hija y la ópera»
"Desoladas nos fuimos en su búsqueda ocultando la
preocupación, él permanecía sentado en la butaca de uno de los muchos bancos
que se extendían a cada lado del pasillo, observando con curiosidad alienígena
a una máquina expendedora de café. Aquel hombre que exhibía ahora una
inconmensurable paciencia, tanto que parecía que «esperaba su hora», era mi
padre. El mismo que había podido caminar durante horas por el monte y que era
capaz de enfrentarse en solitario a varios delincuentes."
Comentarios