Pasaje del Capítulo 24, Acto II de «Mi hija y la ópera»

"Desoladas nos fuimos en su búsqueda ocultando la preocupación, él permanecía sentado en la butaca de uno de los muchos bancos que se extendían a cada lado del pasillo, observando con curiosidad alienígena a una máquina expendedora de café. Aquel hombre que exhibía ahora una inconmensurable paciencia, tanto que parecía que «esperaba su hora», era mi padre. El mismo que había podido caminar durante horas por el monte y que era capaz de enfrentarse en solitario a varios delincuentes."

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Página 95 de «Mi hija y la ópera»