Párrafo del capítulo 25, segundo acto de "Mi hija y la ópera"

«Justo en aquel instante caí en la cuenta de que todas las óperas que había mencionado contaban con un denominador común: las protagonistas de aquellas obras acababan muriendo. Algunas veces por una enfermedad originada por el desamor como en La Bohème y La Traviata; en otras acababan suicidándose, como en Tosca y Madama Butterfly; y en el resto, asesinadas por enamorarse de la persona equivocada como en Carmen, Rigoletto y Aida, la obra que por fin iba a disfrutar en directo.»


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Página 9 de «Mi hija y la ópera»

Isidoro Galisteo, de Úbeda, Jaén