Final del capítulo 7, tercer acto de "Mi hija y la ópera".
«Pero mis memorias más nostálgicas tenían a mi padre
como protagonista, su singular personalidad, de sus largas historias que ingeniaba
para infundirme sentimientos como miedo, tristeza, alegría, etcétera; y de cómo
procuraba convencerme de que toda acción tiene su eco en la eternidad. Él
disfrutaría contemplando el paisaje que yo diviso cada día, y admirar la
infinitud del mar mezclándose con el cielo. Nunca me olvidaré de aquel precioso
sueño, junto a la playa, donde aparecía mi madre a darle la bienvenida, justo
en el instante en que él me dejó. Aquello debía significar algo y lo he
descifrado ahora.»
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