Extracto del tercer acto de "Mi hija y la ópera"
«Andrés Rosique Marín agonizaba ante mí, no era una
persona cualquiera de entre todas las que hayan podido existir en la historia
de la humanidad, era el ser que lo sacrificó todo para que yo sea ahora quien
soy. Me sobrevenían remembranzas de largos paseos por la montaña de la que
nunca nos separamos en toda nuestra estancia en Calasparra y de interminables
diálogos que concluían sin que me diera una sola respuesta que satisficiera mis
complicadas preguntas existenciales. Y un recuerdo nostálgico de mi niñez
surgía con nitidez por mi mente destacando sobre cualquier otro, era la
evocación de una tarde en una loma cercana, con nuestros pies colgados desde un
montículo que asomaba a un barranco, donde presenciamos el más bello de los
atardeceres sobre el pueblo.»

Comentarios