Capítulo 25, Acto II, «Mi hija y la ópera»
Pasaje del Capítulo 25, Acto II, de Mi hija y la ópera.
«Nunca he
conocido el verdadero amor, Antonio ha sido mi única pareja hasta el momento,
un chico con el que tenía más apego por conveniencia que por haber estado
enamorada de él, todo acabó cuando una lamentable noche me desvirgó,
forzándome, con un encuentro sexual tan escueto como patético. Daniel, mi profesor
de piano, había sido un amor platónico que se inició en mi infancia y que se
mantuvo hasta bien entrada la adolescencia, él me miraba, con ojos de orgullo,
como una talentosa alumna a la que instruyó para que tocase con sensibilidad y
destreza. En cualquier caso, una niña fea a la que jamás vio como una hembra.
Había una tercera persona en mi vida, un alma que me producía unas emociones confusas
que habían evolucionado de la simple admiración por una belleza extraordinaria
a un sentimiento que se acercaba a lo pasional, aquel ser que me embelesaba
sobremanera era la mujer que tenía a mi lado, en la butaca de la izquierda.

Cuando terminó la función, Isabel y yo
quedamos prendadas por la sublime obra de Verdi. Posiblemente, aquella noche
ella cambió para siempre su concepto sobre la música. En mi caso, por muchas
óperas que yo hubiera visto en vídeo, una representación en directo era algo
sin parangón.
—Ya había oído algunas partes de esta ópera
—me dijo al final de los aplausos.
—Te di los compactos para que los escucharas
en tu coche antes de hacer el viaje, ¿es que no llegaste a oírlos?
Mi acompañante se encogió de hombros
añadiendo al gesto una sonrisa con la cual conseguía sin mayor esfuerzo mi
indulgencia. Seguramente, ni se molestó en abrir la carátula.
—¿Cuál es la parte que más te ha gustado?
—pregunté sobre Aida, intuyendo la
respuesta.
—La de las trompetas, ésa que hace: "pam,
pam; papapapam…".
Intentó realizar la melodía con más o menos
acierto, la interrumpí antes de que su euforia la ridiculizara ante aquel
público que se abrigaba entretanto abandonaba el teatro.
—Ese fragmento, Isabel, es conocido como la Marcha Triunfal.»
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