Capítulo 20, Acto II, «Mi hija y la ópera»
Párrafo del Capítulo 20, Acto II, de Mi hija y la ópera:
«Aquellas palabras me enmudecieron, admiré embobada
su sonrisa perfecta y su mirada esplendente de color canela, las cortinas
serpenteaban acariciándole la espalda y su cabello moreno ondulaba con la
gracia de un televisivo anuncio de champú, dándome la impresión de estar ante
la representación más sublime del universo. Aquella mujer de rostro angelical y
silueta de revista ostentaba de una elegante manera de declamar las palabras
que lo raro era que no trabajase como presentadora de televisión o algo
similar. Estuvimos apenas un instante en que nos hallamos la una frente a la
otra, en silencio. Permanecí inmóvil, sumisa ante cualquier gesto que ella
hubiera realizado. Un raro sentimiento me acaeció de improviso: deseé besarla.»
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«Aquellas palabras me enmudecieron, admiré embobada
su sonrisa perfecta y su mirada esplendente de color canela, las cortinas
serpenteaban acariciándole la espalda y su cabello moreno ondulaba con la
gracia de un televisivo anuncio de champú, dándome la impresión de estar ante
la representación más sublime del universo. Aquella mujer de rostro angelical y
silueta de revista ostentaba de una elegante manera de declamar las palabras
que lo raro era que no trabajase como presentadora de televisión o algo
similar. Estuvimos apenas un instante en que nos hallamos la una frente a la
otra, en silencio. Permanecí inmóvil, sumisa ante cualquier gesto que ella
hubiera realizado. Un raro sentimiento me acaeció de improviso: deseé besarla.»Si quieres hacerte con la novela en formato eBook, pincha el título de esta entrada de blog.
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