Capítulo 13, Acto II, «Mi hija y la ópera»
Final del Capítulo 13, Acto, II de Mi hija y la ópera:
«El sigilo se apoderó de aquel trío. Inquieta
por la precisión de la historia y de cómo mi padre pormenorizó los detalles de
aquel crimen, subí el único peldaño que había descendido de la escalera y me
dirigí cautelosa al dormitorio. Una vez allí, pulsé el interruptor de la luz
con fuerza, realicé un sonoro bostezo y acudí al baño a beber agua: pretendía
que notaran mi presencia e impedir con ello que intercambiasen juicios de valor
al respecto. Me acosté con el estómago anegado de líquido y no conseguí
conciliar el sueño, aprecié en los susurros de Juan y Pedro una evidente
conmoción, conforme transcurrieron los minutos, el asunto fue reemplazado por
temas menos desagradables. Doy fe, apenas pude dormir hasta la alborada.

En los tres días posteriores mi padre
articuló menos palabras que en aquella hora donde relató, con pelos y señales,
lo acaecido aquella infausta semana de septiembre. Me sentí dolida por no
haberme contado nada al respecto, máxime, habiendo sido testigo de lo fácil que
le fue intimar con sus amigotes dichas confidencias. Por suerte, aquella noche
acabaría siendo una de las últimas batallas de resistencia al alcohol y a las
horas. A mi progenitor no le sentaban nada bien.»
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