Capítulo 12, Acto II, «Mi hija y la ópera»
Párrafo del Capítulo 12, Acto II de Mi hija y la ópera:
«En una comunidad de internautas aficionados a la
ópera conocí a Berta Ferreyra, una argentina de treinta y nueve años, oriunda
de su capital. Se identificaba con el
gentilicio de porteña que prefería al de bonaerense. De alto nivel intelectual
y económico, aquella mujer recientemente divorciada siempre acababa sus conversaciones
conmigo con la promesa de que, pronto, me visitaría en un perentorio viaje a
España. En otro foro, donde los que participábamos éramos apasionados del
piano, conocí a otra de mis grandes amistades: Águeda Salamó, de veintinueve
años y natural de Barcelona, amaba a partes iguales el instrumento que nos vinculaba
como todo lo relacionado con Oriente. Acabó convirtiéndose en una virtual
hermana mayor a la que yo, en ocasiones, reclamaba consejos. El cariño que experimentaba
por ambas fue transformándose a un triángulo fraternal e inquebrantable que
posiblemente perdure siempre.»

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