Capítulo 10, Acto II de «Mi hija y la ópera»
Párrafo del Capítulo 10, Acto II, de Mi hija y la ópera:
«Mi padre, con parsimonia, cerró la verja para que Yako no pudiera escapar de la finca. Intuyendo lo que debía de estar sucediéndole a Alberto, se dirigió a la cocina para
echarse otra copa. La curiosidad y, por qué no, la preocupación por los gritos
de mi tía me impulsaron hacia el aseo, craso error, me recibió un repugnante
hedor a vómito que impedía que franquease la puerta, la fetidez se combinaba, torturante,
con una pestilencia que habría sido excretada con fragor, minutos antes desde
otro orificio de la anatomía humana en aquel inodoro salpicado ahora con restos
de comida. Ella sostenía a Alberto de las axilas que, pálido y de rodillas, realizaba
ímprobos esfuerzos en levantarse, con su dignidad en el mismo suelo del que él
quería despegarse. Como si yo hubiera sido la culpable de la borrachera de su pretendiente,
mi tía Laura me arrojó una mirada ponzoñosa y empujó la puerta con la suela de
su zapato, cerrándola de un portazo.»
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