Capítulo 25, Acto II, «Mi hija y la ópera»
Pasaje del Capítulo 25, Acto II, de Mi hija y la ópera . «Nunca he conocido el verdadero amor, Antonio ha sido mi única pareja hasta el momento, un chico con el que tenía más apego por conveniencia que por haber estado enamorada de él, todo acabó cuando una lamentable noche me desvirgó, forzándome, con un encuentro sexual tan escueto como patético. Daniel, mi profesor de piano, había sido un amor platónico que se inició en mi infancia y que se mantuvo hasta bien entrada la adolescencia, él me miraba, con ojos de orgullo, como una talentosa alumna a la que instruyó para que tocase con sensibilidad y destreza. En cualquier caso, una niña fea a la que jamás vio como una hembra. Había una tercera persona en mi vida, un alma que me producía unas emociones confusas que habían evolucionado de la simple admiración por una belleza extraordinaria a un sentimiento que se acercaba a lo pasional, aquel ser que me embelesaba sobremanera era la mujer que tenía a mi lado, en la butaca de la izquie