Página 15 de «Mi hija y la ópera»


 

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Como el pájaro que cada mañana se posa en mi ventana y me contempla con detenimiento, siempre he querido volar, ser libre, que me admirasen en la distancia sin que nadie pudiera atraparme. Nunca lo había conseguido, hasta hace bien poco. He cumplido condena en esta casa desde que mi padre me trasladó en mi remota infancia, coreada con la ópera como triste banda sonora de mi vida. No sé si la reclusión a la que me he visto sometida durante años obedece a sus circunstancias o a las mías.

Calasparra, 19 de diciembre de 2004, mi nombre es Violeta Rosique Domínguez y estas dos últimas semanas de mi vida han sido frenéticas, de la más delirante a la peor de toda mi existencia. He recibido una noticia terrible hace unos días y, por ello, he tomado el diario que me regaló mi tía Laura cuando yo era una niña y que durante años me ha acompañado en las noches de soledad; basándome en él he creado este relato.

Mi madre me trajo al mundo una mañana lluviosa de 1981, semanas antes de lo previsto. El calendario indicaba un jueves de febrero, a cuatro días del famoso intento de golpe de Estado español.

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