Volumen 1 de «Mi hija y la ópera»
OBERTURA Todavía no había cumplido los veintiocho, pero había envejecido tanto en los últimos días que bien podría haber pasado por una persona dos décadas mayor. Se adentró en su finca con actitud serena a pesar del aguacero que se precipitaba aquella tarde de septiembre, saludó con la cabeza a la niñera, asomada al otro lado de la ventana, ella le abrió la puerta antes de que llamase y le devolvió el saludo mirándolo de arriba abajo. Laura, que apenas alcanzaba los quince años, acunaba, sentada en el sofá, a un bebé de seis meses. —¿Dónde has estado todo este tiempo? —preguntó la adolescente—, nuestros padres están muy preocupados. —No lo sé, llevo días sin dormir —respondió con voz áspera. —¿Eso es sangre? —dijo examinando su ropa. —Es de unos animales que he tenido que matar. ¿Cómo está Violeta? —Tu hija está bien. —Yo no podré cuidarla. —Vale, pero si te vas de nuevo avísanos. Recuerda que todos estamos sufriendo con lo sucedido.