Capítulo 7, Acto III de «Mi hija y la ópera»
Final del Capítulo 7, Acto III, de Mi hija y la ópera : «Los años han transcurrido inexorables desde entonces, la profundidad del mar que puedo avistar desde el balcón de casa me ha evocado miles de remembranzas con la misma sintonía con que las olas rompen con las rocas. De los más remotos recuerdos, en la suntuosa casa de Cartagena, pasando a mi primer día de Colegio en Calasparra, de aquel beso con Antonio, y la inevitable melancolía que me originaba la reminiscencia de Isabel, con el momento más dulce de todos los imaginables, cuando en la intimidad de la habitación neoyorquina me obsequió con la mirada de mayor frenesí que unos ojos pueden proyectar. Me acordaba a menudo de Andrew, el progenitor de mi hijo, que seguiría tocando el piano en su local de Manhattan ignorando que un ser que llevaba sus genes crecía en un lugar que no sabría ubicar en un mapamundi. Pero mis memorias más nostálgicas tenían a mi padre como protagonista, su singular personalidad, de sus largas histo