Capítulo 28, Acto II, de «Mi hija y la opera»
Final de manuscrito La hija del Leñador de Mi hija y la ópera : «Dejamos a Marisa en su comercio, nos dijo que tenía que atender unos asuntos profesionales antes de llegar a casa, Pedro nos saludó desde el interior de la tienda sosteniendo un marco con su mano, mi padre y yo sin abandonar el vehículo devolvimos el gesto y partimos a casa. Con la sensación de soledad que me ofrecía el asiento desocupado de al lado comencé a llorar mientras escuchaba la melodía de Una furtiva lagrima de Donizzeti y callejeaba por las calles del pueblo, liberándome así del dolor punzante que me producía el nudo en la garganta desde que partí del hospital. Prometí entre sollozos a mi progenitor que comenzaría en breve a escribir un libro, una novela. Me reservé a anunciarle algo que acababa de decidir, una historia cuyo argumento trataría de mi vida y de la única persona que ha sido mi verdadera familia: MI PADRE. Tres largas jornadas de bloqueo emocional transcurrieron desde aquel momento