Capítulo 27, Acto II, «Mi hija y la ópera»
Pasaje del Capítulo 27, Acto II, de Mi hija y la ópera : «Aquel hombre de piel oscura y que, a ojo, debiera pesar la mitad que mi padre —aunque midiese parecido— podría conmigo si yo pretendiera resistirme, desató la toalla que mantenía oculta mi desnudez extendiéndola debajo del cuerpo, sobre las sábanas, cerré los ojos rezando que fuera inminente la llegada de Isabel. Con gran pericia sujetó mis tobillos y los alzó a cada uno de sus hombros, descendió sus pantalones vaqueros hasta la altura de los muslos dejando únicamente al aire su miembro viril, el cual no pude contemplar pero sí sentir para catalogarlo como descomunal. Supuse que aquel encuentro sexual me dolería físicamente más incluso que el que mantuve con Antonio, pero no sospechaba cuánto. Tras varios intentos para introducir su pene, los quejidos que me provocaban las lacerantes fricciones de nuestros genitales le indicaron que me estaba penetrando. Excitado por el dolor que sabía que me estaba induciendo se c