Los sueños de los otros
LOS SUEÑOS DE LOS OTROS
Era un hombre tan pequeño, pero tan pequeño, de cuerpo y alma, que invadía impunemente los espacios ajenos sin que nadie advirtiera su presencia. Se dice que en las tardes, cuando el sol testifica en el crepúsculo el milenario vuelo de los pájaros, él solía encaramarse en la arrogancia para juzgar con desdén, por encima de su patético infortunio, los sueños de los otros. Sin duda no sabía que hay un tiempo para ser feliz y lo extravió en el regodeo de su propia insignificancia. Un día cometió la imprudencia de morirse mientras los otros seguían soñando sin siquiera recordar su nombre.
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