Capítulo 6, Acto I «Mi hija y la ópera»

Pasaje del Capítulo 6, Acto I de Mi hija y la ópera:

«Una gran ola les batió inundándoles hasta las rodillas descendiendo en aquel ins­tante del fugaz paraíso en el que se hallaron insospechadamente. Se apartaron to­davía abrazados de la orilla. Una vez recuperado el aliento, Andrés mostró su asombro de cómo, llevando ese vestido, pudo desplazarse con aquella bicicleta desde Galifa, a dos kilómetros de la playa. Ella le preguntó que cómo supo que estaba allí.
   —Lo he sabido por deducción, por las conversaciones que alguna vez hemos mantenido.
   —¿Desde cuándo te gusto, si puede saberse? —preguntó Patricia mirándole a los ojos y secándole las cejas con sus dedos.
   —Creo que me gustaste el día que escribiste en la servilleta el nombre de la ópera que ha­bía estado buscando desde hacía tiempo, ¿y tú?
   —Desde el día que te conocí, el mismo que empecé en la heladería; me equivocaba mucho, no sabía dónde estaban las cosas, algunos clientes me gruñeron y me dijeron que no valía para trabajar. Incluso contigo actué de manera lamentable, me pediste un whisky y al cuarto de hora te traje un refresco con ginebra. Pero tú no dijiste nada, simplemente me sonreíste.»


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Página 9 de «Mi hija y la ópera»

Isidoro Galisteo, de Úbeda, Jaén