Aledo

    Érase una vez un pueblo recortado en la cima de un un pequeño monte en un lugar llamado Sierra Espuña, de sinuosas calles de pendientes desordenadas, los amables lugareños, sabedores que cualquier foráneo va en búsqueda de una foto parónamica desde el castillo te observa sonriente y silencioso en un lugar cuya mayor virtud, es ésa, la falta de ruidos, de cláxones de vehículos o sonidos de motores a los cuales están acostumbrados los urbanitas de otros lugares como si de una banda sonora callejera se tratara y pensaran que esas circunstancias son las normales para la vida en sociedad.

    Es el silencio y las espectaculares vistas desde las alturas, de tierras semiáridas y rojizas, lo que una localidad de pequeñas dimensiones pero de carácter noble nos puede ofrecer.

    Y es ahí cuando entiendo por qué lleva siglos acogiendo gente una pequeña población de privilegiados que escasamente supera los mil habitantes y cuyo nombre es Aledo.

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