MI HIJA Y LA ÓPERA — Volumen 16
15 Me cité con Antonio, coincidiendo asiduamente con buena parte de sus amigos de la peña, durante todos los fines de semana de aquel verano. Salvo en el penúltimo de agosto, aquella fecha estaba reservada al casamiento de mi tía Laura con Alberto, mi padre y yo volvimos a pisar suelo cartagenero después de casi cuatro años para asistir al enlace. Tuvieron el acierto de ubicarnos en la mesa presidencial, ya que no conocíamos a ningún otro invitado excepto a mi abuela María que por aquel entonces ya estaba hecha un vegetal. Los padres del novio se encontraban al otro lado de los recién casados, irradiaban glamour por los cuatro costados, esclavizados por tontas frivolidades. Nuestro humilde aspecto y ademanes sencillos contrastaban con los del resto de comensales. Yo me había comprado un vestido que me iba largo, el cual me obligó a que caminase firme y cauta para evitar pisarlo con unos tacones a los que nunca estaré acostumbrada; mi padre estrenó traje para la ocasión