Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como murcia

MI HIJA Y LA ÓPERA — Volumen 18

Imagen
17    Me parecía verdaderamente un misterio descubrir qué tipo de virtudes pudo encontrar Marisa en mi padre, tan huraño, hermético, maniático y, mayormente, tan rudo; ¡qué contraste con ella!, excelente conversadora, con una escucha activa en la que jamás interrumpía, prudente en sus opiniones… Aunaba perspicacia y modestia como nadie, polifacética en cuanto al arte —en este aspecto sí comulgaban—, pintaba de maravilla exhibiendo algunos de sus cuadros en las viejas paredes de nuestro hogar, también se arrancaba a cantar con su espléndida voz mientras arpegiaba la guitarra siguiéndome a mí o a mi progenitor frente al piano.    Dudo de que mi padre contase a Marisa que había sido capaz de matar a un ser humano, como una vez confesó a sus amigos, o incluso de amputar media mano a un delincuente con un hachazo, así como de haber atacado a su propio perro, a mi malogrado Yako . A veces yo pensaba que él, con sus acciones, se acercaba a la imagen que todos asumimos de un crimin

MI HIJA Y LA ÓPERA — Volumen 14

Imagen
13    Se celebraba la Eurocopa de Bélgica y Países Bajos de 2000 cuando los «correligionarios» Pedro y Juan, que parecían siameses adheridos al costado, volvieron a frecuentar nuestra morada. En la primera francachela, España fue derrotada por Noruega, como siempre el resultado del encuentro parecía no determinar el devenir de la noche. Cenamos después del partido, insistieron en que bebiera cerveza, la tomé con algo de asco y miedo. Haber sido testigo de lo que le ocurrió a mi futuro tío Alberto —le quedaban pocas semanas para contraer matrimonio con mi tía Laura—, por el consumo desmedido de bebidas alcohólicas, me condicionó a que ingiriese la cerveza con cierta mesura. Al igual que el vino, que le relevó para acompañar a una exquisita carne comprada para tan «eximia» ocasión. Admito que nunca me ha seducido el alcohol, presenciar las modorras que padecía mi padre con frecuencia, amén de otras particularidades personales que atribuyo a sus excesos, me han causado cierta an

MI HIJA Y LA ÓPERA — Volumen 13

Imagen
12     Los meses sucedieron con celeridad, Dani ya había dejado de venir a casa, contrajo matrimonio con la dependienta de la tienda de regalos y mantenía sus clases particulares en el pueblo. Esporádicamente ejecutaba piezas de piano en locales nocturnos de la comarca del Noroeste.    A finales de 1998 algo inédito ocurrió: por primera vez acudí al pueblo yo sola. Siempre había ido acompañada de mi padre, y creo recordar que en una ocasión con mi tía Laura. A partir de entonces, comencé a bajar a la localidad con algo de frecuencia, en bicicleta como medio de transporte, empezando a dominar la batalla a mi complejo estético, o al menos en parte. Lo que sí que había logrado era a relativizar mi aspecto físico, ya no lo consideraba tan traumático. Sin embargo, el único lugar que visitaba de Calasparra era una tienda de ultramarinos cuya propietaria atendía al nombre de Maruja y a la que ayudaba su hijo Antonio. El motivo por el cual inauguramos esta tendencia de compra no fu