Entradas

Volumen 27 de «Mi hija y la ópera»

Imagen
26    Había un restaurante brasileño llamado Bossa Nova, situado en la Novena Avenida, del cual Isabel me había contado por teléfono que era el idóneo para nuestra cena de aquella noche, quedamos allí. Pasé antes por el hotel para mudarme la ropa que se encontraba teñida de verde por el césped de Central Park. Llegué al restaurante diez minutos más tarde de lo acordado. Isabel me esperaba en la barra de aquel local bebiendo una sangría que poco se parecía a la que preparaba su madre. Consumimos gran cantidad de cerveza y vino. Alcohol que apenas pudo ser neutralizado dada la frugalidad de los alimentos sólidos que ingerimos. Al abandonar el establecimiento Isabel me agarró del cuello con su brazo.    —Esta noche es para nosotras, y lo prometido es deuda, así que: ¡Vámonos de cócteles!    —Sí, así nos quitaremos el frío.    —¡Y las preocupaciones! —afirmó con fruición.    —Y, por supuesto, las inhibiciones —continué dándole un beso en la cara, el segundo del día sin motivo

Volumen 26 de «Mi hija y la ópera»

Imagen
25    Isabel estuvo en casa ultimando los preparativos del viaje un día antes de nuestro periplo aeroportuario. Ya habíamos conversado por teléfono numerosas veces en las anteriores jornadas convirtiéndose la organización en toda una obsesión para ambas.    —Ahora en diciembre —explicaba Isabel— tenemos que llevar mucha ropa de abrigo, en Nueva York hace un frío que pela.    —Yo he pensado —dije— en comprar allí parte del vestuario que vaya a usar, así podré llevarme la maleta con menos peso.    —No te preocupes, que yo también tengo pensado gastarme todo el dinero que me dé mi madre.    En realidad, nuestros padres nos habían entregado tres mil euros para que los cambiásemos en dólares antes de partir. Era un presupuesto conjunto «No tenéis necesidad de malgastarlos» —decía el cabeza de familia, reticente a que dos mujeres portásemos tanta cantidad de dinero en efectivo.   —Para mí no hace falta que compréis ningún souvenir .   —Tranquilo, papá, no nos gastaremos t

Volumen 25 de «Mi hija y la ópera»

Imagen
24    Hasta este pasado mes de noviembre nunca había visto a mi padre acudir al médico, sin embargo, en una misma semana visitó el centro de salud del pueblo en dos ocasiones. Marisa nunca le dejaba ir solo, yo les acompañé en la segunda cita, cuando lo derivaron al Hospital Comarcal del Noroeste, en Caravaca de la Cruz. Los médicos nos tranquilizaron sobre su estado informándonos de que su deterioro físico podría responder a un virus del sistema digestivo. Marisa y yo nos encontrábamos ante varias situaciones que debíamos resolver, una de ellas era la del viaje a Nueva York. Mi pretensión en principio era cedérselo a ellos. Esa alternativa era ahora imposible, mi padre no se hallaba con la salud necesaria para realizar un desplazamiento de tanta distancia a dos semanas vista. Tampoco podría acompañarme ella, que debería de estar a su lado. La única opción posible era la de buscar en mi entorno más próximo una compañía para mi marcha a Estados Unidos. El principal candidato no e