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MI HIJA Y LA ÓPERA — Volumen 31

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2    Las Navidades transcurrieron en el estado taciturno que presagiábamos. Pedro acudió a casa la noche de fin de año, fue una de sus últimas visitas, las hijas de Marisa comparecieron igualmente a tomarse las uvas con nosotros, también vinieron antes, para conmemorar la Nochebuena. En ninguna de las dos noches pude establecer una conversación con mi idolatrada Isabel que me acercara un poco a ella. Alguna mirada a hurtadillas en sendas cenas ponía de manifiesto que volver a acariciar su piel sería una quimera mientras que yo fuera para ella la encarnación de una estupidez perpetrada en una noche etílica.    Solo mi tía, que estuvo al corriente del padecimiento de mi padre, se encargó de llamarnos con frecuencia manifestando su intranquilidad por la evolución del enfermo.    Pese al inexorable advenimiento de su muerte, él intentaba continuar con su rutina que únicamente interrumpía cuando tenía que atender alguna visita. Sus largas expediciones por el monte se habían co

MI HIJA Y LA ÓPERA — Volumen 30

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ACTO II Mi hija y la ópera 1    Cabo de Palos, 2010    Algo más de un lustro ha transcurrido desde que concluí el manuscrito. Mi vida ha evolucionado considerablemente, ya no soy la misma Violeta de entonces, ahora puedo hacer gala de ser una persona equilibrada y madura sin ningún género de complejos, quienes me conocen de antaño afirman que mi mirada infunde armonía y tranquilidad, nada que ver con mi vieja expresión tortuosa que inspiraba suspicacia y en ocasiones antipatía. Gracias a los ejercicios de meditación que practico a diario y a la lectura de libros de filoso­fía oriental he logrado un estado emocional casi imperturbable y proyectar una conciencia profunda a mi existencia.    He conseguido vivir en un silencio que solo se rompe con el rumor de las olas y el sonido del viento que flamea las cortinas de mi casa cuando abro las ventanas de par en par aun a riesgo de que la madera del piano se deteriore con el salitre. La música está ahora en un segun