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MI HIJA Y LA ÓPERA — Volumen 3

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2    Todos los bienes de mi abuelo, el negocio, unos locales arrendados a otros comercios y dos viviendas —la del pueblo y la de la ciudad— cayeron en manos de mi padre. Debía reunirse con el asesor de la empresa, y con Paco, quién había acabado como mano derecha de mi abuelo tras la marcha de su hijo. Por ello tuvimos que permanecer unos días en Cartagena, lo cual fue un alivio para mí tras los primeros días de clase.    —¿Quieres que nos quedemos a vivir aquí? —preguntó mi padre refiriéndose a la ciudad que le vio crecer.    Asentí.    —Ya sabes, Violeta, que tendrás que cambiar de colegio.    —¿Podré ir con la tita?    —Laura te podrá visitar más veces si vivimos en Cartagena, pero no será en la misma casa donde vivíamos hace tiempo.    —¿Por qué?    —Porque la casa la vendimos para comprar la de Calasparra. Ahora nos compraremos una mejor, pero durante un tiempo tendremos que quedarnos en la del abuelo Pepe, donde yo vivía cuando tenía tu edad.    —Yo quie

MI HIJA Y LA ÓPERA — Volumen 2

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ACTO I La hija del leñador 1    Como el pájaro que cada mañana se posa en mi ventana y me contempla con detenimiento: siempre he querido volar, ser libre, que me admirasen desde la distancia sin que nadie pudiera atraparme. Nunca lo había conseguido, hasta hace bien poco.    He cumplido condena en esta casa desde que mi padre me trasladó en mi remota infancia a esta especie de cárcel, coreada constantemente por música de ópera como triste banda sonora de mi vida. No sé si la reclusión a la que me he visto sometida durante años obedece a sus circunstancias. O a las mías.    Calasparra, 19 de diciembre de 2004, mi nombre es Violeta Rosique Domínguez. Estas dos últimas semanas de mi vida han sido frenéticas, de la más delirante, a la peor de toda mi existencia. He recibido una noticia terrible hace unos días y, por ello, he tomado el diario que me regaló mi tía Laura cuando yo era una niña y que durante años me ha acompañado en las noches de soledad, basándome en él par

MI HIJA Y LA ÓPERA — Volumen 1

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OBERTURA    Todavía no había cumplido los veintiocho, aunque, por los acontecimientos sucedidos en la última semana, su rostro había envejecido tanto que podría haber pasado por un hombre dos décadas ma­yor. Andrés se adentró con actitud serena hacia el interior de su finca a pesar del enérgico aguacero que se precipitaba aquella tarde de septiembre de 1981. Llevaba demasiadas jornadas deambulando sin rumbo fijo hasta que deci­dió regresar a su hogar. Su ropa estaba ensan­grentada; por suerte, el color negro de su traje podía disimularla, solo las gotas rojizas que se desprendían de sus prendas mojadas evidenciaban que había dado para mucho aquella semana en la que se halló incomunicado del mundo.    Saludó con la cabeza a Lily, la niñera, asomada al otro lado de la ven­tana. Ella le abrió la puerta antes de que llamase y le devolvió el saludo con su particular acento francés, mirándolo de arriba abajo. Laura, una adolescente que apenas alcanzaba los quince años, se encontrab