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Mostrando las entradas etiquetadas como Acto I

MI HIJA Y LA ÓPERA — Volumen 27

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26    Había un restaurante brasileño llamado Bossa Nova, situado en la Novena Avenida, del cual Isabel me había contado por teléfono que era el idóneo para nuestra cena de aquella noche, quedamos allí. Pasé antes por el hotel para ducharme y mudarme la ropa que se encontraba teñida de verde por el césped de Central Park. Llegué al restaurante diez minutos más tarde de lo acordado, Isabel me esperaba en la barra de aquel local bebiendo una sangría que poco se parecía a la que preparaba su madre.    Consumimos gran cantidad de cerveza y vino, alcohol que apenas pudo ser neutralizado dada la frugalidad de los alimentos sólidos que ingerimos. Al abandonar el establecimiento Isabel me agarró del cuello con su brazo derecho.    —Esta noche es para nosotras, y lo prometido es deuda, así que: ¡Vámonos de cócteles!    —Sí, así nos quitaremos el frío.    —¡Y las preocupaciones! —afirmó con fruición.    —Y por supuesto: las inhibiciones —continué dándole un beso en la cara, el

MI HIJA Y LA ÓPERA — Volumen 25

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24    Hasta este pasado mes de noviembre nunca había visto a mi padre acudir al médico. Sin embargo, en una misma semana visitó el centro de salud del pueblo en dos ocasiones, Marisa nunca le dejaba ir solo, yo les acompañé en la segunda cita, cuando lo derivaron al Hospital Comarcal del Noroeste, en Caravaca de la Cruz.    Los médicos del hospital nos tranquilizaron sobre su estado informándonos de que su deterioro físico podría responder a un virus del sistema digestivo.    Marisa y yo nos encontrábamos ante varias situaciones que debíamos resolver, una de ellas era la del viaje a Nueva York, mi pretensión en principio era cedérselo a ellos. Esa alternativa era ahora imposible, mi padre no se hallaba con la salud necesaria para realizar un desplazamiento de tanta distancia a dos semanas vista. Tampoco podría acompañarme Marisa, que debería de estar a su lado cuidándolo. La única opción posible era la de buscar en mi entorno más próximo una compañía para mi marcha a Esta

MI HIJA Y LA ÓPERA — Volumen 24

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23    A mis veintitrés años solo hay dos cosas de las que puedo hacer gala: mi talento frente al piano y mis conocimientos de música clásica. De ambas virtudes estoy orgullosa, pero siempre he creído que nunca podría exhibirlas fuera del círculo más próximo. Ha sido en este último año cuando he conseguido realizarme con mis dos grandes pasiones.    Gracias a los consejos de Marisa me desprendí de la losa de la timidez que tanto me atenazaba. Empecé a tocar el piano en el mismo local donde Daniel interpretaba su repertorio de melodías cuando, años atrás, dejó de ser mi profesor. El miedo escénico pude superarlo sin demasiadas dificultades ya que me vi arropada por mi padre y Marisa, y también por Pedro y Soledad que no se perdieron ninguna de mis actuaciones. Sé que Antonio, el tendero, estuvo en el primero de aquellos recitales, medio a escondidas, confundido con la clientela de la barra. Seguramente quiso comprobar con sus ojos lo que vería anunciado en los muchos carteles