Volumen 23 de «Mi hija y la ópera»
22 Durante semanas evité presentarme en la tienda de Antonio. Él, sin embargo, no desistió en llamarme a todas horas, incluso con números de teléfono que no eran el suyo, en cuanto escuchaba su voz yo cortaba la comunicación. Suplicó mi indulgencia de todas las formas posibles, ofreciéndome solo amistad que era lo único que podía proporcionarme desde el principio. Pero en verdad, durante la madrugada del día de Navidad ocurrieron varios acontecimientos que me costarían olvidar de Antonio: el primero fue no tener la valentía para poner remedio a las constantes burlas de sus primos; el segundo, la utilización irresponsable y vehemente de drogas; y el tercero, y sin duda el más importante, el de la consumación de un acto sexual que en su momento interpreté que rayaba lo inadmisible y que con el tiempo he considerado con certitud de que se trató de una violación. Era algo que jamás repetiría con él, me producía náuseas la sola idea de imaginarme su cuerpo sobre el mío. Según tra