MI HIJA Y LA ÓPERA — Volumen 24
23 A mis veintitrés años solo hay dos cosas de las que puedo hacer gala: mi talento frente al piano y mis conocimientos de música clásica. De ambas virtudes estoy orgullosa, pero siempre he creído que nunca podría exhibirlas fuera del círculo más próximo. Ha sido en este último año cuando he conseguido realizarme con mis dos grandes pasiones. Gracias a los consejos de Marisa me desprendí de la losa de la timidez que tanto me atenazaba. Empecé a tocar el piano en el mismo local donde Daniel interpretaba su repertorio de melodías cuando, años atrás, dejó de ser mi profesor. El miedo escénico pude superarlo sin demasiadas dificultades ya que me vi arropada por mi padre y Marisa, y también por Pedro y Soledad que no se perdieron ninguna de mis actuaciones. Sé que Antonio, el tendero, estuvo en el primero de aquellos recitales, medio a escondidas, confundido con la clientela de la barra. Seguramente quiso comprobar con sus ojos lo que vería anunciado en los muchos carteles