MI HIJA Y LA ÓPERA — Volumen 13
12 Los meses sucedieron con celeridad, Dani ya había dejado de venir a casa, contrajo matrimonio con la dependienta de la tienda de regalos y mantenía sus clases particulares en el pueblo. Esporádicamente ejecutaba piezas de piano en locales nocturnos de la comarca del Noroeste. A finales de 1998 algo inédito ocurrió: por primera vez acudí al pueblo yo sola. Siempre había ido acompañada de mi padre, y creo recordar que en una ocasión con mi tía Laura. A partir de entonces, comencé a bajar a la localidad con algo de frecuencia, en bicicleta como medio de transporte, empezando a dominar la batalla a mi complejo estético, o al menos en parte. Lo que sí que había logrado era a relativizar mi aspecto físico, ya no lo consideraba tan traumático. Sin embargo, el único lugar que visitaba de Calasparra era una tienda de ultramarinos cuya propietaria atendía al nombre de Maruja y a la que ayudaba su hijo Antonio. El motivo por el cual inauguramos esta tendencia de compra no fu