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Final del Capítulo 2, Acto III, de «Mi hija y la ópera»

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Final del Capítulo 2, Acto III, de Mi hija y la ópera . «Marisa salió para abrir la verja que daba acceso vehicular a nuestra parcela. El aire gélido de aquella noche invernal nos sirvió de excusa para que mi padre y yo permaneciésemos en casa. Perpleja por la historia que Paco acababa de contar, inquirí:     —¿Quién es esa tal Susana?     —Una indeseable con la que, afortunadamente, no tuve relación alguna. A propósito, la camarera a la que esa persona hacía referencia era tu madre.     Recuerdo que subí pronto a mi dormitorio, había sido una jornada de emociones y de novedades que cobraron sentido con el tiempo animándome a que le pusiera fin a esta historia que ahora está en las últimas. Oteé desde la escalera a mi padre, observaba desde la ventana las maniobras que Paco debía realizar para salir del jardín, limpiaba con una mano el vaho que dejaban sus exhalaciones en el cristal, aprecié que en su pelo encanecido tenía un cerco de menos espesura capilar justo en la coronilla

Comienzo del Acto III de «Mi hija y la ópera».

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Capítulo 1, Acto III, de Mi hija y la ópera: «Cabo de Palos, 2010     Algo más de un lustro ha transcurrido desde que concluí el manuscrito. Mi vida ha evolucionado considerablemente, ya no soy la misma Violeta de entonces, ahora puedo hacer gala de ser una persona equilibrada y madura sin ningún género de complejos, quienes me conocen de antaño afirman que mi mirada infunde armonía y tranquilidad, nada que ver con mi vieja expresión tortuosa que inspiraba suspicacia y en ocasiones antipatía. Gracias a los ejercicios de meditación que practico a diario y a la lectura de libros de filoso­fía oriental, he logrado un estado emocional casi imperturbable y proyectar una conciencia profunda a mi existencia.     He conseguido vivir en un silencio que sólo se rompe con el rumor de las olas y el sonido del viento que flamea las cortinas de mi casa cuando abro las ventanas de par en par aun a riesgo de que la madera del piano se deteriore con el salitre. La música está ahora en un segun

Capítulo 28, Acto II, de «Mi hija y la opera»

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Final de manuscrito La hija del Leñador de Mi hija y la ópera : «Dejamos a Marisa en su comercio, nos dijo que tenía que atender unos asuntos profesionales antes de llegar a casa, Pedro nos saludó desde el interior de la tienda sosteniendo un marco con su mano, mi padre y yo sin abandonar el vehículo devolvimos el gesto y partimos a casa. Con la sensación de soledad que me ofrecía el asiento desocupado de al lado comencé a llorar mientras escuchaba la melodía de Una furtiva lagrima de Donizzeti y callejeaba por las calles del pueblo, liberándome así del dolor punzante que me producía el nudo en la garganta desde que partí del hospital. Prometí entre sollozos a mi progenitor que comenzaría en breve a escribir un libro, una novela. Me reservé a anunciarle algo que acababa de decidir, una historia cuyo argumento trataría de mi vida y de la única persona que ha sido mi verdadera familia: MI PADRE.     Tres largas jornadas de bloqueo emocional transcurrieron desde aquel momento

Capítulo 27, Acto II, «Mi hija y la ópera»

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Pasaje del Capítulo 27, Acto II, de Mi hija y la ópera : «Aquel hombre de piel oscura y que, a ojo, debiera pesar la mitad que mi padre —aunque midiese parecido— podría conmigo si yo pretendiera resistirme, desató la toalla que mantenía oculta mi desnudez extendiéndola debajo del cuerpo, sobre las sábanas, cerré los ojos rezando que fuera inminente la llegada de Isabel.    Con gran pericia sujetó mis tobillos y los alzó a cada uno de sus hombros, descendió sus pantalones vaqueros hasta la altura de los muslos dejando únicamente al aire su miembro viril, el cual no pude contemplar pero sí sentir para catalogarlo como descomunal.    Supuse que aquel encuentro sexual me dolería físicamente más incluso que el que mantuve con Antonio, pero no sospechaba cuánto. Tras varios intentos para introducir su pene, los quejidos que me provocaban las lacerantes fricciones de nuestros genitales le indicaron que me estaba penetrando. Excitado por el dolor que sabía que me estaba induciendo se c

Capítulo 26, Acto II, «Mi hija y la ópera»

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Fragmento del Capítulo 26, Acto II, de Mi hija y la ópera : «Ella volvió a acariciarme de nuevo con su mano derecha y sujetando mi espalda con la izquierda, estremecida por el roce de sus dedos en la zona más sensible de mi piel, comencé a desinhibirme sintiendo entonces un incontenible placer. Me agarré al hierro anclado a sendas paredes del cuarto de baño donde pendía la cortina. El agua continuaba precipitándose, bajo la lluvia de la ducha repitió ese baile diestro con sus dedos hasta que nuestros cuerpos quedaron liberados de cualquier resto jabonoso. Ella me cogió de una mano invitándome sin palabras que abandonase la tina. Desnudas y mojadas nos dirigimos hacia la cama donde yo había dormido las noches anteriores.     Un hilo de luz de los rascacielos de Nueva York salvaba las cortinas de la habitación, la puerta entornada del baño también permitía que se colase una vaga luminosidad. Isabel me empujó con suavidad y me tumbé dócil sobre la colcha, comenzó a acariciarme la cara

Capítulo 25, Acto II, «Mi hija y la ópera»

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Pasaje del Capítulo 25, Acto II, de Mi hija y la ópera . «Nunca he conocido el verdadero amor, Antonio ha sido mi única pareja hasta el momento, un chico con el que tenía más apego por conveniencia que por haber estado enamorada de él, todo acabó cuando una lamentable noche me desvirgó, forzándome, con un encuentro sexual tan escueto como patético. Daniel, mi profesor de piano, había sido un amor platónico que se inició en mi infancia y que se mantuvo hasta bien entrada la adolescencia, él me miraba, con ojos de orgullo, como una talentosa alumna a la que instruyó para que tocase con sensibilidad y destreza. En cualquier caso, una niña fea a la que jamás vio como una hembra. Había una tercera persona en mi vida, un alma que me producía unas emociones confusas que habían evolucionado de la simple admiración por una belleza extraordinaria a un sentimiento que se acercaba a lo pasional, aquel ser que me embelesaba sobremanera era la mujer que tenía a mi lado, en la butaca de la izquie

Eres un estornino aunque todavía no lo sabes.

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   Una nota para el lector antes de que se haga una idea preconcebida de mí, tengo una hija, una madre, una hermana y muchas mujeres maravillosas a las que adoro. Si alguna «mente simple» piensa que tengo trazas de misoginia que me lo diga abiertamente para que lo declare públicamente como un borrego al cubo.    Por alguna razón se ha declarado una guerra de sexos que le interesa a algunos movimientos y que claramente perjudica a la igualdad por la que tanta gente seguimos luchando. Esos movimientos , desde los medios de comunicación, dirigen la bandada de estorninos en los que se ha convertido "la masa".    Pero ¿qué es "la masa"? Pues se trata de la mayoría de personas aborregadas por los, cada vez más extorsionados y manipulados, medios de comunicación. Estos medios de comunicación condicionan a los políticos, comenzando por el más bobalicón de todos: Zapatero (aunque ninguno otro político posterior se ha atrevido a hacerles frente), y estos terminan por est