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Final del capítulo 9, Acto I de "Mi hija y la ópera"

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«El abuelo realizó una instantánea cuando Patricia le entregaba el regalo a Susana, ambas se miraban sonrientes, Andrés aparecía tras ellas con la alegría propia del momento, con una mano sobre la espalda de su mujer, y con la otra, abrazando desde atrás a su hija de dos años y medio que, rebosante de felicidad, aceptaba la caja envuelta en un papel festivo. Violeta, a la izquierda de su hermana, sorprendida por el flash, fue la única de todo el salón que miró de frente a la cámara.»

Extracto del Capítulo 8, Acto I de "Mi hija y la ópera"

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«La sala de espera del Hospital Virgen del Rosell se convirtió en una expectante reu­nión familiar la Nochebuena de 1978. Sentado junto a Andrés se hallaba su padre, y a su lado algunos parientes de Patricia incluyendo su prima Asun­ción. La mañana del 25 de diciembre, con tres kilogramos de peso, vino al mundo Su­sana, nombre elegido como recuerdo al personaje homónimo de Las Bodas de Fígaro , la ópera preferida de su padre por aquel entonces.»

FUGITIVO: Párrafo del Capítulo 7, Acto I de "Mi hija y la óp...

FUGITIVO: Párrafo del Capítulo 7, Acto I de "Mi hija y la óp... : «Ella le abrazó durante unos segundos, después, Andrés se dirigió en si­lencio frente al piano pegado a una de las paredes del salón. Comen...

Párrafo del Capítulo 7, Acto I de "Mi hija y la ópera"

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«Ella le abrazó durante unos segundos, después, Andrés se dirigió en si­lencio frente al piano pegado a una de las paredes del salón. Comenzó a pulsar algu­nas teclas, de forma inconexa, sin melodía alguna. Su único propósito era esconder su rostro del campo de visión de su mujer. Unas lágrimas se precipitaron sobre el teclado.»

Extracto del Capítulo 6, Acto I de "Mi hija y la ópera"

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«Distinguió, en el otro extremo de la playa, a una mujer que caminaba sobre la orilla en la dirección donde Andrés se encontraba; lucía un largo vestido blanco que ondeaba al viento al igual que su cabello, con una mano elevaba parte del atuendo, aunque no dedicaba demasiado esfuerzo en preservarlo de la humedad; en la otra, unas san­dalias. Fascinado por aquella imagen se fue aproximando hasta descubrir que se tra­taba de Patricia que paseaba abstraída, con su pensamiento lejos de allí. El sol en la cara impidió que ella advirtiera la silueta de Andrés que se acercaba corriendo hacia su posición. A pocos metros para encontrarse, él aminoró la carrera y fue entonces cuando ella le reconoció no pudiendo disimular su sonrisa por aquella sorpresa.»

Pasaje del Capítulo 5, Acto I de "Mi hija y la ópera".

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«El final de la actuación fue dando paso a la música disco que retumbaba en toda la sala, Víctor, que era un joven bien parecido y seguro de sí mismo, cogió de la mano a Susana y la guio hacia la pista de baile con discutible sentido del ritmo. Andrés agarró el paquete de tabaco de Paco, encendió un cigarrillo y se dirigió en dirección a la te­rraza con un vaso de tubo de whisky con cola en la mano, dejando a Paco y a su her­mana sentados en rededor de la mesa contemplándose mutuamente con semblante abu­rrido. En el mirador de la discoteca el volumen de la música del interior era impercepti­ble, la suave brisa marina aliviaba el calor e invitaba apoyarse en la balaustrada blanca para admirar las estrellas y la luna reflejadas en el mar, pensó que tal vez estaba perdiendo el tiempo con Susana y el recuerdo nostálgico de Teresa le sobrevino.»

Fragmento del Capítulo 4, Acto I de Mi hija y la ópera

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Lo que sucedió a continuación podría considerarse como una casualidad, aunque Andrés lo interpretó como una increíble y deliciosa coincidencia de las que ocurren una vez en la vida y a la cual hay que atribuirle un significado. Alzó la vista y distin­guió a lo lejos cómo la joven de cabello moreno que conoció el verano ante­rior se acercaba con distinción a la heladería. Venía acompañada de una señora mayor, ambas se acomodaron a la única mesa que quedaba libre. La observó con detenimiento, calibrando los pequeños cambios físicos que le había producido el último año, llegando a la conclusión de que sólo su piel es­taba más pálida; por lo demás, seguía irradiando el mismo glamour y belleza que en sus recuerdos. »