Fragmento del Capítulo 4, Acto I de Mi hija y la ópera
Lo que sucedió a continuación podría considerarse como una casualidad, aunque Andrés lo interpretó como una increíble y deliciosa coincidencia de las que ocurren una vez en la vida y a la cual hay que atribuirle un significado. Alzó la vista y distinguió a lo lejos cómo la joven de cabello moreno que conoció el verano anterior se acercaba con distinción a la heladería. Venía acompañada de una señora mayor, ambas se acomodaron a la única mesa que quedaba libre. La observó con detenimiento, calibrando los pequeños cambios físicos que le había producido el último año, llegando a la conclusión de que sólo su piel estaba más pálida; por lo demás, seguía irradiando el mismo glamour y belleza que en sus recuerdos. »