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Pliego

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        Conozco un lugar, en el Norte de Sierra Espuña, llamado Pliego. De sinuosas calles y amplias plazas, ubicadas en los escasos lugares donde no se aprecia el desnivel de estar situado en las faldas de una montaña.     Las casas con fachadas pintadas de varios colores en la zona más céntrica de la población no dejan de ser uno más de los muchos atractivos que posee esta localidad de inefable belleza.

El final de una etapa

   Es esta fecha, la de hoy, una muy importante en mi biografía. Esta tarde, víspera de mi cumpleaños, he firmado el convenio regulador de mi separación. O lo que es lo mismo: el final de una etapa de mi vida.    Con la inefable sensación de que este ocaso cíclico de mi existencia es consecuencia de una irresponsabilidad personal me he ido a casa. Y allí me he acordado de todos los damnificados por este terrible asunto, comenzando por mis hijos, y acabando por la que hasta hoy ha sido mi mujer. Una persona que me ha regalado las dos cosas más preciadas que he tenido nunca, éstas, que atieden al nombre de Adriana y Marcos, han sido nuestro principal motivo de desavenencias en estos meses de separación que hoy han concluido —espero— con un acuerdo «amistoso».    He recordado que, curiosamente, nuestro matrimonio fue firmado un 18 de marzo, víspera de mi onomástica. Una casualidad —posiblemente absurda— a la que no habría que conceder la más mínima importancia. Pero no dejaría de ser

Coscoletas

   «Papi, llévame a coscoletas» me ha dicho Adriana en cuanto hemos salido de su colegio tras haber presenciado su actuación en su último día lectivo del presente año. Como siempre, le he hecho caso y, gustoso, la he aupado sobre mis hombros. Ha sido corto el trayecto, porque desde su centro escolar hasta el lugar donde su madre había estacionado su vehículo distaban veinte metros.    Durante el camino al coche, mi hija le ha pedido a su madre que quería quedarse conmigo (a pesar de no haber cumplido aún los cuatro años, es sabedora de que la decisión de quedarse o no con su padre no depende de nadie salvo de su caprichosa madre —o de otras personas que no son su familia más directa—). A lo que su progenitora , inmisericorde a sus sollozos y cruelmente lacónica, le respondió que no, sin apostillar explicación que la justificara.    Lo que mi pequeña Adriana todavia no sabe es que todo esto es coyuntural, que nuestros destinos no dependen de una mente perversa que encuentra cierta fe

Campos del Río

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   Si tiende a pensar, equivocadamente, que una población pequeña apenas puede proporcionarnos diversión u ofrecernos algo destacable. Y es lógico pensar así, puesto que en Campos del Río (como en cualquier otra localidad de su tamaño) uno no pretende encontrarse con grandes centros de ocio, bulliciosas calles comerciales o destacables estructuras arquitectónicas.    Aunque lo que sí puede apreciarse, más que una gran urbe, es la cercanía de sus gentes. Amén de maravillosas vistas donde la verdosa huerta contrasta con las áridas colinas y un envidiable sosiego que en este acelerado mundo es todo un lujo.    Es en este silencio, en el esplendoroso paisaje que puede avistarse y en el cálido trato de sus habitantes, donde uno puede aprender y disfrutar de la vida tanto o más que un museo o en un teatro.

Crítica literaria de mi novela.

   Copio y pego un comentario a modo de crítica literaria de un buen amigo: José Martínez Giménez (Lali), que no sé hasta qué punto es objetivo con mi obra. Me ha entusiasmado tanto la opinión de este consagrado escritor de poesía que me ha sido imposible no compartirla con mis conocidos. «CRITICA PARA – MI HIJA Y LA ÓPERA   La gran hazaña de “Prometeo”   fue   robar el fuego   a los dioses y entregárselo a los humanos.    Por ello el adjetivo   ‘prometeico’, es usado con frecuencia en el   análisis literario, aunque también en otros muchos casos.   Yo no me siento capaz de adjetivarlo así, pero: A mí, como lector y después de leer este trabajo, pienso que en -MI HIJA Y LA OPERA- -el autor le ha robado a las musas todo aquello que se llama inspiración, para el bien del buen lector, el que sin duda alguna, agradecerá como yo, la oportunidad de admirar y sucumbir ante tanta imaginación puesta para conseguir una obra literaria amena.     Es    entonces cuando a sabiendas de que

En el final de la existencia

http://www.youtube.com/watch?v=wEFugVbzsSo (Pinchar enlace para comprender el texto).    Quien haya visto la película Cinema Paradiso recordará que, en el final, hay una emocionante escena de unos tres minutos donde el protagonista ve los fragmentos inéditos que nunca había podido ver en su pequeño cine de pueblo por culpa de la censura. Éstas breves imágenes cambiaban en ocasiones el significado de la película, y es ahí donde estriba la parte más conmovedora del desenlace del filme: que un simple beso pasional podía convertir la interpretación de la historia en algo distinta.    No estaría mal, que en el final de nuestra existencia, alguien nos sentase en una butaca para que observásemos durante unos pocos minutos todos los flashes de nuestra vida con lo que pudo haber sido y no fue: Aquel beso que pudimos haber dado y nunca dimos; Aquellas palabras groseras que proferimos y de inmediato nos arrepentimos; Aquella obra que nunca nos atrevimos a compartir. Fragmentos de una supue