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Página 75 de «Mi hija y la ópera»

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6 Aunque mi tía depusiera nuestros encuentros de fin de semana, fue ella la que me proporcionó los libros de texto que le servían de apoyo en nuestras clases para que los estudiase, telefoneándome casi todas las noches para tantear mi evolución. La conferencia de los sábados era bastante más larga porque hacíamos un repaso semanal a todo lo aprendido. Recuerdo que, en ocasiones, mi padre comentaba con Laura que anhelaba que yo desarrollase mi talento realizando actividades que me motivasen, que no perdiera demasiado el tiempo con aquello que no satisficiera mis intereses o capacidades. En otras conversaciones telefónicas discutían: él mantenía su negativa a habilitar la habitación secreta con el subterfugio de que las herramientas y otros enredos peligrosos no podían almacenarse en otro lugar. Yo creo que intentaba evitar que mi abuela prolongase su estancia en nuestra casa, o tal vez su santuario era intocable. Daniel y mi padre colaboraban también en mi desarrollo educacional, con má

Capítulo 7, Acto II «Mi hija y la ópera»

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Párrafo del capítulo 7, Acto II, de Mi hija y la ópera :    «Aquel comienzo de fin de semana fue de luto, ni siquiera la música sonaba con la alegría de otras ocasiones. El silencio entre los cuatro era palpable, mi abuela permanecía ausente y sólo rompía su mutismo en disparatadas conversaciones frente al espejo o el televisor. Yo me sentía tremendamente culpable con mi tía por haberme confabulado con mi padre en sus sombrías intenciones que, por aquel entonces, yo no alcanzaba a comprender por completo. Mi padre parecía derrotado, menos aún que Laura, cuyo semblante, conforme transcurrían las horas iba cambiando de encrespado a afligido. Ambos no se dirigieron la palabra salvo en la mesa con frases del estilo a: "pásame el pan".» Si quieres hacerte con la novela en formato eBook, pincha el título de esta entrada de blog.