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Volumen 30 de «Mi hija y la ópera»

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ACTO II Mi hija y la ópera 1    Cabo de Palos, 2010    Algo más de un lustro ha transcurrido desde que concluí el manuscrito. Mi vida ha evolucionado, ya no soy la misma Violeta de entonces, ahora puedo hacer gala de ser una persona equilibrada y madura sin ningún género de complejos. Quienes me conocen de antaño afirman que mi mirada infunde armonía y tranquilidad, nada que ver con mi vieja expresión tortuosa que inspiraba suspicacia y antipatía. Gracias a los ejercicios de meditación que practico a diario, y a la lectura de libros de filoso­fía oriental, he logrado un estado emocional casi imperturbable y proyectar una conciencia profunda a mi existencia. He conseguido vivir en un silencio que solo se rompe con el rumor de las olas y el sonido del viento que flamea las cortinas de mi casa cuando abro las ventanas de par en par aun a riesgo de que la madera del piano se deteriore con el salitre. La música está ahora en un segundo plano, aunque a veces escucho y des

Volumen 26 de «Mi hija y la ópera»

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25    Isabel estuvo en casa ultimando los preparativos del viaje un día antes de nuestro periplo aeroportuario. Ya habíamos conversado por teléfono numerosas veces en las anteriores jornadas convirtiéndose la organización en toda una obsesión para ambas.    —Ahora en diciembre —explicaba Isabel— tenemos que llevar mucha ropa de abrigo, en Nueva York hace un frío que pela.    —Yo he pensado —dije— en comprar allí parte del vestuario que vaya a usar, así podré llevarme la maleta con menos peso.    —No te preocupes, que yo también tengo pensado gastarme todo el dinero que me dé mi madre.    En realidad, nuestros padres nos habían entregado tres mil euros para que los cambiásemos en dólares antes de partir. Era un presupuesto conjunto «No tenéis necesidad de malgastarlos» —decía el cabeza de familia, reticente a que dos mujeres portásemos tanta cantidad de dinero en efectivo.   —Para mí no hace falta que compréis ningún souvenir .   —Tranquilo, papá, no nos gastaremos t